Tomar un tomate grande, redondo y sin mucho jugo.
Insertar en el ombligo, es decir donde se emplazaba el tallo, una espadilla de copetín.
Atravesar diametralmente el tomate con el alambre de una percha.
Del alambre, así ubicado en la pieza, colgar pequeñas cuentas de vidrio mediante segmentos de hilo tanza.
Una vez dispuestas unas doce o catorce cuentas, tomar una jeringa de aguja gruesa e infiltrar el tomate con aceite de automóvil. Debe introducirse al tomate tanto aceite como se pueda, evitando que desborde o se rasgue la piel.
Por último, dar a todo el conjunto una base de barniz marino y antes de que la superficie del barniz pierda adherencia, pegar en toda la superficie del tomate teclas tomadas de viejos celulares en desuso.
Dejar secar el tiempo necesario antes de utilizar.
Viaje a Cuzco
Hace 10 años