como acomodar una mesa poniendo un pollo y pan casero

¡La pucha!, cuando estoy de suerte estoy de suerte.
Mirá si después de tanto sacrificio y esfuerzo que me costó convencer a Martita para que venga a cenar a casa las cosas no funcionaban.
Todo planeado, tenía.
Las velas, el florero con margaritas, el grandes éxitos de Perales en el equipo de música, las luces bajitas, todo.
A la tarde se complicaron las cosas: el pan casero que había amasado quedó completamente quemado. Quedó como una pelota de rugby petrificada.
Y el pollo... ¡el pollo al horno! Pasadísimo y seco como un sánguche de papel corrugado.
Duro, durísimo.
Si algo faltaba: el sismo.
El terremoto no fue fuerte, pero me hizo colapsar el pozo ciego y la mitad del piso del comedor bajó unos quince centímetros. ¿Podés creer?
Adiós cena, adios Martita, adios sexo al son de Perales.
Pero como decía antes: el suertudo es suertudo.
Hace diez minutos me llamó Martita para avisarme que tiene el estómago cerrado por el miedo que le provocó el temblor.
Así que en vez de a cenar, viene a tomar un cafecito.
Y el pollo y el pan me vienen bárbaro para poner debajo de las dos patas de la mesa que quedaron desequilibradas por el desnivel en el piso.
Y por las dudas Perales no me falle, tendré que aprovechar algún momento -disimuladamente, sin que Martita se de cuenta- para equilibrar con el pan y el pollo las patas de la cama.

Nota: ni por casualidad pensaba postear algo hoy, pero el comentario anónimo del post anterior me picó y me vine a improvisar algo con una búsqueda guardada. La verdad es que los extraño.