me obligo a masturbarme

Si hay algo que siempre hice bien, fue asumir obligaciones.
No soy como esos chantas que sólo exigen derechos, derechos y más derechos, pero luego se muestran incapaces de seguir la mínima disciplina.
Hay que imponerse trabajosas rutinas y -lo más importante- sostenerlas en el tiempo, porque una golondrina no hace verano.
El temple de un hombre se forja con pautas de conducta regulares, con método y con rigor incesante.
Es por eso que yo todos los días me obligo a masturbarme, a mirar fotos con chicas desnudas, a jugar al póker con amigos, a levantarme a las dos de la tarde -no antes-, a fumar tres atados de puchos y a tomar no menos de cinco whiskys por día. También, como muestra de mi espíritu altruista, me obligo a enseñarle a mi mujer esta férrea disciplina, para que ella se obligue a cuidar de nuestros hijos durante todo el día y para que me tenga la ropa planchada y la comida calentita cuando llego a la madrugada.
Flor de vago sería yo si no asumiera esas obligaciones.