La primera vez que fui al restobar de la esquina, había una mosca en mi sopa. Cuando me quejé con el camarero, vino el dueño del local (un italiano vestido con traje negro y sombrero) y me aclaró: caro amici, la mosca es un símbolo de bienvenida. Nunca desprecies una sopa con mosca...
Entendí el significado así que me tragué todo el plato.
Al otro día, descubrí que en el estofado había una laucha muerta. El dueño del local se acercó a explicarme: en Italia, se le ponen ratas y lauchas a los guisos para mejorar el sabor. Es un condimento natural y bien casero, que a todo italiano le recuerda con nostalgia su hogar, su infancia y su mamma.
Pero hoy, cuando fui a tomar la merienda, me di cuenta de que no nací con el paladar de la cocina típica italiana.
Me trajeron un tazón de café con leche, con un cráneo adentro. Un cráneo de hombre, todavía con cabello, restos de carne y un poco sanguinolento. Esta vez, nadie vino a explicarme nada.
Mejor ni pregunto con qué estaban hechas las mediaslunas.
Nota: Sí, el texto es asqueroso, pero ¿qué querían que hiciera? La búsqueda de por sí es bastante horripilante.
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